Salutación del Santo Labrador

Hoy quiero, pues soy de campo /, imaginarme las mieses / que aventuran estas aguas / de muy fecunda simiente /. Y saludar al Patrono / y hacerle cruces y preces/ porque proteja la Fiesta / y suenen las almireces / y los dulzainas del pueblo/ y crezcan flores silvestres. / Que en habiendo flor, hay pastos / y toro ágil y potente. / Y trigos y cebadales / y buen tiempo y buenas reses. / Y mientras yo pergeñaba / este pregón de los bueyes / un manso de San Lorenzo / manso y sin mirar a leyes / arrolló al toricantano / y le hizo beber las heces / de un calvario de derrotes / una vez y muchas veces. / Se armó la marimorena / contra el señor presidente / por no devolver un toro / mucho ruido y pocas nueces. / Que al señor Julio Martínez / le aperciban y lo afrenten / por consentidor e inepto / por inhábil e insolvente. /

San Isidro San Isidro, / que tú labraras con bueyes / no explica que por las plazas / de España y sus redondeles / salgan vacas y cabestros / salgan burros sin arneses /. Por fortuna son Las Ventas / plaza con más hiel que mieles /. Dales hoy tu bendición / a organillos; parabienes / a madrileños, turistas / y para los sus parientes /, que hoy es tu fiesta y tu santo /. Sean todos bienvenidos /, campesinos y arciprestes /. Y con humilde atención / adviertan lo que ocurriere / en la plaza de Madrid / que el toro bien lo merece /.

Y hecha la salutación / y dados los parabienes / a Simón, por lo valiente, pasemos a lo que luego / depararon los carteles /, lo que hicieron los toreros / en la lidia y sus vaivenes /; y los toros salmantinos /, mucha genio y pocos pieses /. Y un mucho de mansedumbre / y un nada de feligreses /. A Manuel Jesús El Cid / le sucedió lo de siempre /: muleta de terciopelo / espada mala y endeble / ;que mata de cuchillada / cuando las orejas tiene / bien ganadas y a porfía / por naturales de siempre /. Daniel Luque, sevillano / de sangra brava y caliente / se atropella, abre el capote / y toda la plaza hierve /. Lleva el temblor en la capa / y el estoque entre los dientes /. Diestro de selva y de campo / lo denominó Antoñete. Se va el sol, se abren paraguas / y en la plaza llueve y llueve /. Y resplandece en el barro / el brillo de los caires.

Recordatorio:

«Señores guardias civiles, / aquí pasó lo de siempre /. Murieron cuatro romanos / y cinco cartagineses».